En el momento en que te convences de ser el mejor, algo dentro de tí te arroja al abismo. Creer que has llegado lo más lejos posible acabará siendo contraproducente para tu futuro, pues tu esfuerzo menguará de manera proporcional a ese ideal pensamiento. Y Jannik Sinner es el ejemplo perfecto de cómo permanecer con los pies en la tierra sabiendo que, a día de hoy, es el mejor con diferencia. Y decimos 'a día de hoy' porque el tenis puede llegar a ser muy volátil si no estás hecho de la misma pasta que el italiano.
Jannik acaba de conquistar su tercer Grand Slam en el Open de Australia, pero lo que transmite es que el trabajo todavía no está acabado. Y es que la forma en que el número 1 del mundo entiende el tenis no es como una carrera por los trofeos, sino como una búsqueda constante por la perfección. ¿Y qué entendemos por perfección? Ese equilibrio entre sus habilidades tenísticas natas y su mentalidad casi inalterable. Todo en él acaba siendo poético, así como el Virgilio actual del tenis, alguien que hace que los límites de la realidad y la épica sean difusos.
Al final, lo que hace a Sinner tan especial no es solo su capacidad para ganar partidos, sino su poder para desafiar lo que todos creemos posible y su habilidad para superar barreras invisibles. Y para eso hay que tener mucha fe en lo que hace y en sí mismo. ¿Un bloque de hielo? Por fuera es lo que podrá parecer, pero hay que amar con mucha pasión y sentimiento este deporte para desarrollar la capacidad de mantenerse firme cuando otros se tambalean. Ese es un arte que otros dos artistas ya retirados y otro al que no le quedará mucho más dejaron como legado.
Un sujeto desmoralizador
Sinner no solo está rompiendo récords, está redefiniendo lo que significa ser un campeón porque la manera en la que castiga a sus rivales está siendo ya más propia de un tirano sin compasión que de un tímido jovencito. Una prueba más de ello fue la manera en la que redujo la final ante Zverev a un mero trámite. Y da miedo. Da miedo porque se está quedando solo en esa empinada cima desde la que hace tiempo que observa a sus rivales. En esta ocasión ha sido el alemán, pero es que puede ser cualquiera. Mientras los demás se enfrentan a la ansiedad y la tensión, él se concentra, se adapta y ejecuta, siempre con la precisión de un cirujano. Los partidos se han convertido en un juego de ajedrez, y Sinner, como un maestro, tiene siempre una jugada preparada. ¿Quiénes serán capaces de derretir el hielo este año?