![Cuando uno pierde la fe en Rune. Foto: Getty](/sites/default/files/styles/epsa_detail_thumbail/public/2025-02/rune-molesto-argentina.jpg?h=2f979e6b&itok=3hPt7fkx)
Reconozco que un día creí en Holger Rune. Lo confieso. Le vi hacer una barbaridad la semana del Masters de París en 2022 y pensé que aquí había tenista para algo grande. Dos años y pico después, mi fe en el danés ha desaparecido casi por completo. Actitudes como la de ayer en el torneo de Buenos Aires, en pista y, sobre todo, en rueda de prensa, solo me corroboran que hace tiempo que viene dando bandazos y que su carrera no está siendo gestionada como merece.
Entiendo que ganar un Masters 1000 derrotando por el camino a varios Top 10 y ganando en la final a Djokovic hace que uno se genere expectativas. Es lo normal. Más si cabe, cuando uno tiene solo 19 años. El problema es que una gota de agua no hace un mar y una buena semana en el circuito no te hace potencial ganador de 20 Grand Slams. Y por ahí puede que empezasen los problemas para el danés. Puede que ese título fuese un caramelo envenenado. Vino demasiado pronto.
Él y su círculo, posiblemente, se imaginaron cosas que aún estaban lejos de poder conseguirse. A veces, un triunfo mal gestionado puede dinamitar la cabeza de un deportista. En estos tiempos, hemos tenido ganadores de Masters 1000 como Popyrin y Hurkacz, y nadie los metería en el saco de potenciales ganadores de un Grand Slam. Las expectativas que se crearon Holger y su círculo puede que sea una losa demasiado pesada que siguen acarreando desde entonces.
Hay una frase que le persigue desde hace tiempo. “Espero que Alcaraz, Sinner y yo seamos llamados el nuevo Big 3”. Nadie le puso ahí, se colocó él mismo. Y la realidad le hizo ver, poco a poco, que estaba muy lejos de sus dos compañeros de generación. Mientras Carlitos y Jannik acumulan a día de hoy siete Grand Slams, él todavía no ha cruzado a semifinales y no ha vuelto a ganar otro Masters 1000.
Se vio en un sitio donde estaba lejos de poder llegar, por trabajo y tenis. Y la cabeza juega muy malas pasadas cuando piensas algo que no es. Su círculo parece que tampoco le ha ayudado en este tiempo. El baile de entrenadores que ha tenido en el último año es prueba de ello. Algo raro tuvieron que ver Luthi y Becker cuando apenas duraron un par de meses en el puesto. Lo que habrá ahí dentro, solo lo sabrán ellos, pero no parece ser un ambiente idóneo para gestionar la carrera de un chico de apenas 21 años.
Todos estamos de acuerdo que el mejor nivel de Rune es para tenerle en cuenta, pero desde aquella semana en París 2022, solo hemos visto chispazos sueltos del mejor tenis del danés. Al de Gentofte le falta regularidad, constancia y tener una idea clara de dónde quiere ir. Quiere hacer tantas cosas, que no termina por hacer bien ninguna y no tiene un plan claro de cómo jugar. A nivel mental, también, se va fácil de los encuentros y no se le puede definir como un tenista sólido a nivel mental.
Una actitud difícil de entender
Lo de Buenos Aires, anoche, cuesta de digerir. Entendiendo que físicamente puede no estar al 100%, queda en él si el nivel al que está le es suficiente para rendir en pista. Porque no le ayuda dejar una pobre imagen, ni dentro ni fuera de pista. Imaginen lo que deben pensar los organizadores del torneo argentino, que ficharon a Holger por una alta cantidad de dinero, utilizándolo como uno de los cabezas de cartel, para dejar la actuación que dejó, además de lo que pasó en rueda de prensa.
"El torneo está bien organizado. Las pistas no son nada buenas (se ríe), pero por lo demás, todo bien".
Esa frase no ayuda a nadie. Ni se ayuda a sí mismo ni al torneo. Pudiendo ser así, que las pistas no fuesen las mejores, lo lógico es decir eso de puertas para adentro, a quien pueda ayudar de la organización para futuros años. No lo suelta públicamente, mientras se ríe, demostrando una vez más lo mal gestionada que está su carrera y la manera en la que se muestra a los demás.
Un torneo que confió en él, que le ha pagado una buena suma de dinero para traerle y que habrá hecho todo lo posible para que se encontrase a gusto. Lo que recibe a cambio es un palo público de que sus pistas no son buenas. Encima, lo remata con un “no sé si volveré a jugar aquí”. Sinceramente, si yo fuera de la organización, no lo llamaría nunca más.
Más tarde, en su Twitter y ya en frío, intentó justificarse diciendo que su hombro le molestaba y que aún seguía mal por la gripe que pasó. Una prueba más de que no hay nadie que le esté ayudando a gestionar su imagen y la manera de dirigirse en público.
Obvio que nadie sabe lo que pasa ahí dentro. Solo él y su gente lo sabrán, pero desde fuera, vemos a un chico que va a la deriva, con actitudes extrañas, comportamientos cuestionables y un talento que no termina de explotar como debe.
Personalmente, he disfrutado mucho de la mejor versión de Holger en una pista de tenis. El mejor Rune sería un gran aliciente para el circuito, pero por actitudes como esta, sumado a lo que viene arrastrando desde hace dos años, uno termina por perderle la fe. Seguro que a más de uno le ha pasado. Ojalá que él ponga de su parte para que ayude a recuperarla.