Si por algo se caracteriza Jannik Sinner es por una voracidad extrema. El italiano es un animal competitivo que, más allá de guardar las emociones por dentro, se transforma cada vez que entra en una pista de tenis, desatando su mejor versión en cada torneo sin importar el lugar, la superficie o el tiempo. Su título en el Open de Australia 2025 confirma que lo del año pasado no fue ni mucho menos un espejismo, le afianza en la cima del ranking ATP y, sobre todo, refuerza su imagen de imbatibilidad... pero ni mucho menos le va a dejar satisfecho.
Existen todavía multitud de retos de altura a los que el italiano quiere acercarse y, a ser posible, cumplir. Ya ha volado cerca de algunos de ellos, pero el hambre del transalpino no se verá saciado hasta poder pulverizar todas y cada una de las marcas que se proponga. Habiendo conquistado un Grand Slam, cumpliendo la "cuota" que seguramente él y su equipo se exijan de cara al 2025 (y con el valor que aporta haber, además, tachado una defensa de Grand Slam de la lista de objetivos), aún existen metas muy jugosas que esperan al de San Candido... y algunas se encuentran cada vez más cerca.
COMPLETAR TODOS LOS MASTERS 1000 DE PISTA DURA Y ESTRENARSE FUERA DE ELLA, ILUSIONANTE
Ganar todos los Masters 1000 sobre una misma superficie con apenas 23 años sería una hazaña al alcance de muy pocos. Cuando hablamos del cemento, que agrupa a seis torneos de esta categoría, la dificultad se multiplica: son torneos repartidos por diferentes giras, en diferentes etapas del año y con condiciones muy cambiantes. Todo esto no parece intimidar a un Sinner que, por increíble que parezca, está muy cerca de un pleno que incluso a nombres como Novak Djokovic les costó años y años lograr. Con Australia, Nueva York y las ATP Finals en el bolsillo, además de un par de Copas Davis, a Sinner solo le quedan dos cromos en su álbum de "grandes éxitos" en cemento: Indian Wells y París-Bercy.
No son dos cromos fáciles: uno tiene unas características muy singulares que benefician a su máximo rival generacional, y el otro se encuentra en un lugar del álbum complicado, "apelotonado" entre estampas de mayor calado. A pesar de ello, dada la regularidad de Sinner, centrarse en ambos no debería suponer un problema: que se haya bajado de Rotterdam y sume una nueva semana de descanso tras el éxito en las Antípodas no es sino una prueba más de que Jannik pondrá todo el foco, aún más si cabe, en los grandes torneos del 2025.
Pero también afronta Sinner un año en el que la evolución debe ser su motor principal. Juntar esta palabra con los grandes torneos nos lleva imperiosamente a Roland Garros y Wimbledon, las dos plazas en las que siempre se quedó a un par de escalones de la gloria. Se ha reafirmado en Australia como el gran dominador del cemento, el tipo que podría formar un imperio sobre dicha superficie... pero la profundidad de su reinado quedará marcado por su éxito en las pistas naturales, máxime cuando Carlos Alcaraz las ha dominado con mano de hierro (3/4 en Wimbledon y Roland Garros en los dos últimos años).
UNA RIVALIDAD CON ALCARAZ EN LA QUE QUERRÁ DAR UN PUÑETAZO ENCIMA DE LA MESA
Sumar su primer Grand Slam fuera de las pistas duras parece la meta que el mundo del tenis le pide, la que seguramente ansíe y anhele con más ganas y la que supondría, además, un doble golpe de efecto: no solo reafirmaría su dominio, sino que asestaría una puñalada a su gran rival generacional, un Alcaraz que ya 'solo' le supera en un Grand Slam y que, por condiciones y variantes partiría como favorito en ambas citas. Mejorar sus guarismos contra Carlos seguramente sea otro de los aspectos que generan más adrenalina en Sinner: el tenis es un deporte conducido por las rivalidades, y el 0-3 que encajó en los enfrentamientos directos contra Alcaraz en 2024 todavía duele dentro de su equipo.
Reforzar su dominio en cemento completando todos los cromos del álbum, demostrar que la magia de Carlos puede encontrar un claro tope ante su ritmo de martillo pilón y traspasar la última barrera en la Philippe Chatrier o la Centre Court de Wimbledon. A sus 23 años y tras estrenar el año de la mejor manera posible, está claro que existen alicientes más que sobrados para que Jannik no sufra ni en un solo segundo la tan temida resaca del éxito: nadie en el circuito está tan obsesionado con la mejora y el aprendizaje continuo, y los logros que se presentan en el horizonte suponen motivos sobrados que justifican esa obsesión por el trabajo. En manos del resto del circuito está evitar que se cumplan.