Hay historias que nos dejan boquiabiertos. Anonadados. Jugar una temporada completa en el circuito WTA mientras luchas contra un cáncer de mama, desde luego, lo es. La firma Gabriela Dabrowski, la tercera mejor raqueta del dobles femenino, quien dejó en redes sociales una brutal confesión relacionada con su experiencia en el circuito el año pasado tras ser diagnosticada con cáncer de mama en el mes de abril.
Poco después de aquella noticia, la canadiense debió parar su actividad profesional de forma momentánea; eso sí, la detección precoz y una serie de operaciones le permitieron regresar pronto, poco después de la gira de tierra batida. Mientras se recuperaba y trataba de hacer remitir las últimas complicaciones derivadas del cáncer, haría historia: se llevaría la medalla de bronce en el dobles mixto de los Juegos Olímpicos, alcanzaría la final de Wimbledon y acabaría ganando las WTA Finals en Riad. Su historia, eso sí, merece ser narrada por ella misma, contando con detalle la increíble odisea que vivió.
UN TESTIMONIO DESGARRADOR
"¿Cómo algo tan pequeño puede causar un problema tan grande?
Esta es la pregunta que me hice cuando me diagnosticaron cáncer de mama a mediados de abril. Sé que esto será un shock para muchos, pero estoy y estaré bien. La detección temprana salva vidas, y puedo dar fé de ello.
En la primavera de 2023 sentí un bulto en mi pecho izquierdo. Meses después, un médico que no era nada, que no me preocupase. No lo hice. Pasó el tiempo, y en primavera de 2024 pensé que el bulto era un poco más grande. Una médica de la WTA me dijo que no estaba seguro de qué era, así que debía ir a que me hiciesen exámenes.
En primer lugar, una mamografía. Después, una ecografía para confirmar lo que se vio en la mamografía. En tercer lugar... una llamada del radiólogo describiendo las imágenes, alertando de un bulto que no parecía un quiste debido a su forma irregular. "No tiene buena pinta y quiero que te hagas una biopsia inmediatamente".
Al día siguiente me hice una biopsia en mi pecho izquierdo. Los resultados preliminares nos llegaron ese mismo día: cáncer. Son las palabras que nunca quieres oír, y en un instante tu vida da un giro.
Ahora adelantemos y pasemos por encima de dos operaciones, recuperación, rehabilitación, un pequeño retraso en algunos tratamientos para poder competir en Wimbledon y los Juegos Olímpicos, radioterapia y fatiga (durante Toronto y US Open), comenzar con terapia endocrina, acabar la temporada en la mejor nota posible... todo parece surrealista.
¿Por qué ahora es cuando cuento mi historia? Durante mucho tiempo no me veía capaz de exponerme al público general y a las posibles preguntas. Quería encajar todo y manejar todo de manera privada, solo informando a la gente más cercana. Había muchas cosas desconocidas, otras que tuvimos conocer sobre la marcha. A día de hoy, estoy en un momento en el que sé más de mi tratamiento, sus efectos secundarios y cómo lidiar con ellos. Soy consciente de lo afortunada que soy, porque muchos no tienen el lujo de contar sus historias.
Con el paso del tiempo, comencé a reconocer que era parte de algo más grande que yo misma. Quería compartir publicaciones que veía sobre la importancia de la detección temprana, de los hábitos de comida y de vida, de expertos de los que aprender... esa sensación de querer contribuir a otros de manera positiva fue el principio de esta publicación.
Lo primero que vi cuando entré a hacerme mi primera mamografía era un cartel que decía que el cáncer de mamá se puede sobrevivir al prácticamente 100%. Mis intenciones a la hora de compartir estas experiencias son enfatizar la calidad de vida que puedes mantener cuando el cáncer se detecta pronto, cuando tienes acceso a médicos con mucho talento y dedicados a su trabajo, cuando te cuidas a nivel mental, físico y espiritual, y cuando te rodeas de gente que de verdad te quiere.
En muchas ocasiones nos pasan cosas sobre las que no tenemos control. No son justas. Lo único que podemos hacer es elegir cómo reaccionamos. Suena a cliché, pero es cierto. Mi diagnóstico me dio la oportunidad de ver esos obstáculos a través de unas lentes diferentes: lentes de gratitud.
Si me has visto sonreír más en la pista en los últimos seis meses, fue geniuno. No siempre ha sido así. Más allá de que he estado trabajando en mejorar mi actitud durante años a través de la terapia, mi diagnóstico de cáncer fue el punto de inflexión para un cambio mucho mayor. Cuando la amenaza de perder todo para lo que has trabajado toda tu vida se convirtió en algo real, solo ahí fue cuando empecé a apreciar de verdad lo que tengo. Padres y amigos que me quieren, entrenadores increíbles, una compañera de dobles que se mantuvo a mi lado, formando un equipo de verdad.
Mi actitud cambió desde el "debo hacer esto" hasta el "yo elijo hacer esto". A través de esta visión me resulta mucho más fácil encontrar alegría en áreas de la vida que antes veía como una losa. Al cáncer le digo que se joda, pero también... gracias".