
Perder partidos es humano, lógico y necesario, pero acumular sensaciones de amargura e incomprensión consigo mismo con cada vez más frecuencia hace saltar ciertas alarmas. Carlos Alcaraz ofrece fogonazos de brillantez con cada vez menos frecuencia y rotundidad, perdiéndose en un mar de ausencias complicadas de entender. ¿Por qué está imbuido el español en esta crisis?
Resulta injusto considerar que un chico de 21 años que ha batido todo tipo de récords de precocidad gane continuamente, pero si algo se puede extraer de los últimos nueve meses del murciano es que ha dado un paso atrás evidente, o más de uno. Su meta es ser uno de los mejores de la historia y reúne unas condiciones que solo unos pocos elegidos en todos los tiempos han atesorado, por lo que ausencias como las que caracterizan su trayectoria últimamente extrañan y preocupan.
- Alcaraz ha perdido desde hace meses la chispa que tanto caracteriza su tenis
Ser un genio tocado por una varita entraña muchos privilegios, pero también acarrea presiones y responsabilidades que no son fáciles de digerir. Si algo preocupa en Alcaraz es que parece haber perdido el rumbo en la pista. Esa inocencia y fervor de la novedad que tanto le caracterizaban han dado paso a los nervios, las angustias, las faltas de claridad táctica.
Estamos acostumbrándonos a ver a un Carlitos apesadumbrado en rueda de prensa, incapaz de encontrar explicación a los extraños sucesos que marcan sus últimas derrotas. Actitudes extrañas, vaivenes tenísticos muy pronunciados y ausencias mentales; es un cocktail explosivo combatido a base de genialidades esporádicas, pero no se puede prolongar más esta situación.
- Perder partidos es sano y necesario, pero la manera de hacerlo en los últimos meses se antoja preocupante
Las derrotas son sanas y ayudan a mejorar, pero siempre y cuando se compita con coraje y entrega del principio al final, se abandone la pista con la sensación de haberse dejado el alma y se entienda que el esfuerzo es innegociable. Muchos se preguntan cómo es posible que con 18, 19 y 20 años gestionara situaciones de máxima presión competitiva con mayor empaque de lo que parece hacerlo ahora y ese es un aspecto en el que es preciso seguir trabajando.
A pesar de todo esto, es necesario asumir que el estilo y la personalidad de Carlos Alcaraz no garantizan y no tienen por qué hacerlo, una consistencia equiparable a la del Big 3. El paso del tiempo y las experiencias difíciles deberían permitir que el español avance, pero habrá que tener paciencia en un proceso tan curioso como es el de poner cimientos a un rascacielos ya levantado a base de éxitos impresionantes. Toca seguir trabajando para, no tanto evitar las derrotas, sino cambiar radicalmente la manera de encajarlas.