
Es un orgullo mirar la vitrina histórica y encontrar que España ha conquistado (de momento) 54 títulos de Masters 1000 en categoría individual. Sin embargo, pocos recordarán cuál fue el primero. Sucedió en Hamburgo 1990, justo en la temporada donde nació esta categoría de torneos y su protagonista fue Juan Aguilera (Barcelona, 1962). Uno de los pioneros de nuestro tenis, pero también uno de los grandes olvidados por su poca presencia en medios. En Punto de Break hemos querido felicitarle por el 30 aniversario de aquel triunfo, una invitación que terminó convirtiéndose en un regreso al pasado en forma de entrevista donde el catalán repasa cada detalle de aquella victoria inolvidable.
Juan, es posible que seas el top10 español con menos prensa.
Es posible, pero es que tampoco me interesa (risas). Ahora estoy en Premià de Dalt con Alberto Gallego en una escuela de club, con niños que estudian en el colegio y quieren aprender a jugar al tenis. Llevo ya 12 años aquí, disfrutando del deporte, con buen sentido del humor y un día a día muy tranquilo. Más que los tenistas, me interesan las personas.
¿Por qué decidiste alejarte de los focos?
Hace poco me preguntaron: ¿Cómo es que nunca has viajado con algún tenista? Como jugador estuve más de doce años viajando y era algo que nunca me entusiasmó, soy una persona bastante casera. Si ya viajar para mí me costaba, imagínate hacerlo para otro. Son muchas horas de vuelos, hoteles, aeropuertos, comidas…
Te voy a hacer una pregunta que poca gente puede responder: ¿Cómo es vivir sin WhatsApp?
¡No te creas! En la última reunión que hicimos de ex jugadores de Copa Davis estuve con Vittorio Selmi (manager ATP) y me preguntó por eso mismo: ‘Ostia Juan, tú no tienes WhatsApp, ¡igual que Mats Wilander!’ Me dijo que contactar con Mats era casi imposible, algo muy complicado. Al menos no soy el único, pensé (risas). Sinceramente, vivo más tranquilo, no lo necesito. Además veo a la gente cómo va de acelerada con estas cosas, así que mejor.
Dentro de la pista también eras un tipo diferente.
Cada jugador es un mundo, todos somos diferentes. No hay nadie que pegue la derecha igual. Una cosa es la técnica y otra es la mentalidad de cada jugador, ahí es donde se marca más la diferencia. Por ejemplo, el tipo que es sólido y cumple desde la primera hasta la última bola del partido. Nosotros, por suerte, hemos tenido un gran ejemplo con Rafa Nadal, pero no quiero olvidarme de David Ferrer, lo valoro muchísimo también.
Fuiste Nº7 del mundo y ganaste cinco títulos. ¿Qué jugadores te cortaron el paso para superarte?
Ivan Lendl y Mats Wilander fueron dos piedras que nunca supe cómo ganar, sobre todo en tierra batida. Y eso que era la superficie donde nos preparábamos siempre los españoles, en pista rápida apenas tuve actividad. Nunca fui a jugar el Open de Australia y eso fue un gran error, al menos tendría que haber intentando adaptar un poco más mi juego al cemento, pero era lo que habíamos mamado desde pequeños.
Háblame de tus referentes.
Pues estaban Manuel Orantes y Pepe Higueras, que eran mayores que yo. Luego estaba Fernando Luna. Y después ya estaba Sergio Casal, Alberto Tous y yo, que éramos de la misma quinta. Más tarde llegarían los Arrese, Bardou, Emilio y Javier, Clavet, De Miguel, Burillo, Bruguera...
¿En qué momento se da el origen de toda esa cadena de nombres?
Bueno, en nuestra época éramos cuatro gatos (risas). Creo que a raíz de saberse que se iban a disputar los Juegos Olímpicos en Barcelona, unos años antes se formaron diferentes grupos de gente joven con cierta ayuda a esos deportistas olímpicos. Así nacieron varias escuelas de tenis, incluso más allá de Catalunya. Se invirtió mucho dinero, salieron entrenadores y eso produjo más jugadores. ‘Si ellos pueden, pues nosotros también’, eso fue lo que me pasó a mí con Orantes, Higueras y Luna. Todos los que han venido por debajo se han fijado en alguien mayor.
Pero los pioneros siempre tienen más valor.
Sí es verdad que en mi época dejar de estudiar para ponerte a viajar era una aventura. Yo tuve suerte de que al final me salió bien, pero también podía haber salido mal, ya fuera por una lesión o por no alcanzar el nivel necesario. Además en ese momento nos pagábamos todo nosotros, incluso los hoteles.
Tú incluso te libraste de la mili.
Eso me pasó con 18 años, volviendo de jugar un torneo en Buenos Aires en el mes noviembre. En Argentina me había ido muy bien, llegué a cuartos de final y gané mis primeros $3.000 con los que empecé a funcionar yo solo, pero a la vuelta me tenían que sortear para el servicio militar, que era obligatorio. Al aterrizar en España me encontré a toda mi familia en el aeropuerto. No entendía nada, hasta que por fin me lo dijeron: ‘Estás exento del servicio militar, excedente de cupo’.
Eso me lo tienes que explicar.
Resulta que había nacido más gente de la que cabía en la mili, así que igual dos personas de cada mil se libraban a través de un sorteo y no iban, porque no cabían. Pues me tocó a mí. ¡Esto era mejor que la lotería! En aquella época podías llegar a pasarlo muy mal dependiendo de dónde te mandaran y, sobre todo, el militar que te tocara. Fernando Luna y Sergio Casal me contaron alguna que otra historia muy cruda. La mili te podía partir todo.
Eran otros tiempos, también en lo referente al circuito.
En mi época creo que había más contacto entre los jugadores. El momento de la cena, por ejemplo, era casi una ceremonia, donde te relajabas con tus compañeros y las novias o mujeres de cada uno. Yo tenía mucha relación con Martín Jaite o Alberto Tous, entre otros. Era más fácil hacer vida con el resto de tenistas, ahora me imagino que esto ya no funciona así. Ahora cada uno va con su séquito, así que tuve suerte.
Treinta años después, preguntarte por Hamburgo 1990 sigue siendo obligatorio. ¿Cuándo fue la última vez que viste repetido el partido?
Hace tiempo, la verdad. Tengo un amigo que me ayudó a pasarlo de VHS a un DVD, porque yo tenía muchos partidos míos grabados de los años 80, pero el partido con Becker era mi favorito. Alguna vez lo he visto, la última vez igual hace más de un año…
¿Qué piensas cuando lo ves?
Pues lo he visto varias veces y la verdad es que impresiona. Pasamos un montón de bolas, puntos larguísimos, diría que uno de los mejores partidos que he jugado en mi carrera. Cuando lo veo me gusta, por supuesto, sobre todo cuando gano (risas). Creo que no tengo ningún partido grabado de los que perdí.
Hace unos meses entrevistamos a Andrés Gómez, que también se cumplen 30 años de su título en París. Buena relación la vuestra.
Es que fue tremendo aquel año. En el 90 yo hice semifinales en Estoril después de ganar a Andrés Gómez, Pablo Cané y Thomas Muster. Luego en los torneos de España me fue mal pero acabé ganando Niza. Mientras tanto, Andrés ganó Barcelona y Madrid. Después yo gané Hamburgo. La cuestión es que cada vez que nos veíamos nos decíamos: “Este año la tierra nos la estamos repartiendo”. Pero al final el cabrón se llevó Roland Garros (risas). Yo perdí en segunda ronda con Thierry Champion y fue una pena porque luego me quedaba un cuadro chulo…
¿Qué fue lo más especial de aquella semana en Hamburgo?
Especial fue lo que me pasó la semana de antes. Venía de hacer cuartos de final en Montecarlo y en Madrid me toca Mark Koevermans en primera ronda, un holandés. Le gano 6-0 el primer set pero luego se me complica el partido y acabo perdiendo. La semana siguiente era Hamburgo, pero me veía cansado, además me tocaba jugar la fase previa. Pensé en bajarme, así que fui a ver a Vittorio Selmi y le dije que me borrara de la Qualy, que estaba agotado. La sorpresa fue su respuesta: “Lo siento Juan, pero es que se han borrado dos y has entrado directo al cuadro principal”.
Te tocó jugar.
Claro. Si estás en la fase previa no pasa nada, pero si estás en el cuadro final y quieres borrarte necesitas un parte médico para demostrar la lesión y que no haya multa. Total, cogí el teléfono, llamé a Alberto Tous y le pedí que me acompañara a Hamburgo, el domingo por la noche teníamos que estar allí.
Repasando el cuadro, no se me ocurre un camino más duro hasta el título.
Fue un cuadro duro, pero yo estaba fino. En primera ronda, Goran Ivanisevic. En segunda ronda, Michael Chang, que había ganado Roland Garros el año anterior. En tercera ronda, Jim Courier, que llegó a ir arriba 4-3 con break en el tercer set, pero lo saqué adelante. Luego vino Magnus Gustaffson en cuartos de final, Guy Forget en semifinales y Boris Becker en la final. La gente se acuerda del partido con Becker, pero todo el cuadro fue la ostia, la mayoría eran top20.Sin embargo, me vino bien, física y mentalmente estaba muy preparado, esa tierra batida me encantaba.
¿No te agobiaste al ver el sorteo?
Al revés, me costaba más jugar con jugadores de mi mismo nivel o por debajo, por aquello de la obligación de ganar. Con estos me divertía, salía a pasármelo bien. ‘Que me ganen y ya está’, pensaba. No es que hiciera nada especial aquella semana, iba entrenando cada día, partido a partido. Por la noche sí que fui todos los días a cenar al mismo restaurante italiano, esa costumbre nunca la cambiamos. Fue una semana donde estuve muy tranquilo, pero la última noche reconozco que me costó mucho dormir, estaba excitado y con el partido en la cabeza.
Esa final es un homenaje al revés cortado.
Era una buena arma, pero también estuve muy rápido, hice alguna dejadita, lo moví de un lado para otro… siempre intentaba mantenerlo en el fondo de pista para que no se viniese arriba. Luego si alguna vez se iba a la red pues intentaba pasarlo por donde podía. Fue como una partida de ajedrez.
Pero esa manera de cortar el revés ya no se ve, no existe.
Bueno, sigue habiendo jugadores con un buen revés cortado, pero es casi imposible jugar un punto entero de revés cortado, le pegan demasiado fuerte. Incluso a Rafa o Federer les vemos pegar reveses cortados, pero es otra historia, un recurso diferente para cambiar el ritmo del punto. Con la velocidad actual es muy complicado. En esa final, recuerdo estar Becker sacando y yo restarle de revés cortado a los pies, ¡esto ahora es impensable! La gente ya no saca y sube como antes, prefieren quedarse en el fondo. Seguramente la gente se acuerde del revés cortado por ser casi un golpe en extinción si lo comparamos con aquella época.
¿Podemos decir que fuiste el mejor con ese golpe?
Francis Roig tenía un gran revés cortado, incluso Orantes también lo tenía muy bueno, aunque sea de otra época. Fernando Luna más de lo mismo, otro grandísimo revés cortado. Higueras también, Peter McNamara lo hacía con muchísima calidad. Incluso Mats Wilander en su etapa final, cuando por fin fue número 1 del mundo tras ganar a Ivan Lendl en el US Open, le recuerdo todo el partido pegando de revés cortado. Una vez que nos vimos se lo pregunté y me decía: “Like Aguilera: slice Becker, slice Becker…”’ (risas).
¿Cómo aprendiste a jugar así?
Siendo un crío, la primera vez que fui a ver una serie de Copa Davis: España vs Estados Unidos. Jugaba Stan Smith, Andrés Gimeno, Joan Gisbert y Harold Solomon. Me llamó la atención éste último, que por aquel entonces era muy joven, pero Solomon ya tenía una derecha muy pasada y liftada. A mí aquello me enamoró. Mi madrina, que fue la primera en meterme en una pista y enseñarme a jugar al tenis, estaba allí y le pregunté: “¿Yo puedo pegar así la derecha?”. Me dijo que probara. Desde ese momento empecé a cambiar, siempre buscaba liftar un poquito más. En cuanto al revés cortado empezó todo en el Club de Tenis La Salut, donde coincidí con muchos jugadores de altísima calidad. Josele Moreno, que acabó jugando Nacionales y yéndose a Valencia a entrenar, era uno de los mejores. Todos lo llevábamos un poco en el ADN, aunque en aquella época eran muy pocos los que liftaban, se solía pegar más plano. Las raquetas de madera tampoco te daban más opción.
Volviendo a la final con Becker, ¿cómo llevó lo de perder ante su gente?
Si ves el partido, hay momentos donde Boris se cabrea, arrastra la raqueta, la tira al cielo, se le veía desesperado. Pero al acabar el partido, el tío me saludó bien en la red, sonriendo y abrazándome. “Lo siento Boris, he jugado el mejor partido de mi vida”, le dije. “Me alegro de que vuelvas a estar arriba, sé que eres una buena persona”, me respondió. Se le veía jodido, pero lo gestionó muy bien. Luego en rueda de prensa dijo que había tenido la sensación de jugar con un profesor.
Sé que luego hubo cachondeo con esto.
Al día siguiente. Llegué a Roma y me iba encontrando con los jugadores que ya llevaban un par de días allí. Imagínate: ‘Good morning professor’, ‘Well done professor’. Aquello duró unos días, pero es que Boris había dicho que tenía la sensación de haber recibido una clase de tenis. Y ahora te voy a contar una anécdota todavía mejor.
Adelante.
Hace dos años estuvimos en la Copa Davis de Valencia para ver el España-Alemania de cuartos de final. Fui con Alberto Tous y nuestras mujeres. Claro, allí estaba Becker. “¿Tú crees que sería posible ir al vestuario a saludarle?”, le dije a Alberto. Total, que en diez minutos allí nos plantamos. De repente me ve un encordador alemán, me mira y me grita: “¡Eh, yo a ti te encordé raquetas en el 90, en Hamburgo!”. Boris estaba allí sentado, pero ni se enteró, hasta que por fin se dio cuenta de que estaba Alberto y fue a saludarle. Claro, luego me mira a mí y Tito le dice: “¿Te acuerdas de él?”. Me miró, se quedó unos segundos callado y de repente empezó a hacer el gesto de revés cortado. Al final nos acabamos haciendo una foto.
Es que esa final es histórica, pero pocos recuerdan que ya habías ganado Hamburgo siete años antes.
En el 90 fue el primer año que nacen los Masters 1000, aunque empezaron llamándose Championship Series, luego serían los Super9 y después Tennis Masters Series. Imagino que fue un poco por eso, la novedad. En 1984 me acuerdo que gané a Yannick Noah, Guillermo Vilas y Henrik Sundstrom. También fue duro, la final la gané en cinco mangas después de ir 2-1 abajo en sets.
Con la cantidad de suecos que hubo en esa época, hubiera sido impensable imaginar que ahora estarían así. ¿Puede pasarle a España lo mismo?
Creo que habrá un bajón, sí. En su momento ya fue difícil superar la etapa de Bruguera y Berasategui, pensamos que aquello era nuestro techo, pero lo superamos con Albert Costa, Juan Carlos Ferrero, Alex Corretja, Tommy Robredo, David Ferrer, etc. Ahora las cosas han cambiado, pienso que el pádel nos está haciendo mucho daño. En el momento de la verdad, por el hecho de que dicen que es un deporte más divertido, un club prefiere construir una pista de pádel a una de tenis. Lo he visto, hay muchos niños que ya empiezan con el pádel desde pequeños.
Quizá por eso están intentando cambiar el tenis, aunque eso también es peligroso.
Se está perdiendo un poco la esencia. El tenis es esto, un partido de uno contra otro, la lucha juego a juego, break a break. El otro día estuve viendo un rato un torneo de exhibición y hacían punto de oro con 40-40, para mí esto es una cagada. Quieren acelerarlo todo para que no se pierda tanto tiempo en televisión, a los americanos les va mucho esta marcha. Si lo que quieres es que esto se convierta en una especie de ruleta, conmigo que no cuenten. Quizá soy demasiado clásico, pero claro… revés cortado tío, ¿cómo me van a gustar a mí estas cosas? (risas) Imagínate que con Becker me hubieran dicho: ‘No puedes pegar más de dos reveses cortados seguidos’. Si justo eso es lo que más mérito tiene, estar ahí pasando bolas el tiempo que haga falta.
Serás recordado toda la vida por aquel torneo y aquella final, ¿puede llegar a pesar?
Es lo que hay. A mí me pone muy feliz que todavía se acuerden de mi título en Hamburgo, mejor eso a que recuerden mi derrota aquel año en segunda de Roland Garros con Champion (risas). Hamburgo 1990 fue algo inolvidable, cada partido fue una final, me quedo con esa sensación de cariño que veo todavía en la gente. Me siento muy querido y eso, después de 30 años, es lo más importante.