Hay pocas sensaciones mejores en el mundo del tenis que estar cerca de la acción. Vivir de primera mano los componentes que rodean a este deporte generan en el aficionado una mezcla de emociones que difícilmente olvidará. Obviamente, estar cerca de los jugadores se hace mucho más complicado en los grandes torneos, cuyos filtros de acceso y restricciones se multiplican en pos de la seguridad. Si quieres encontrar una buena mezcla entre calidad y cercanía, no busques más: el ATP Challenger Tour es tu sitio, y torneos como el Challenger de Bratislava, tu hogar.
Ver a una joven estrella justo al lado de su entrenador. Parar con total libertad a cualquier tenista y tener una breve charla con él. Convivir a apenas metros del calentamiento prepartido de cualquiera de los jugadores que está a punto de salir a pista. Éstos y muchos privilegios más son perfectamente accesibles para el aficionado que sea testigo del segundo escalón del tenis, un lugar por que el transitan estrellas del mañana, del pasado, jornaleros con historias inolvidables a sus espaldas, cracks en búsqueda de confianza y, en definitiva, una mezcolanza de nacionalidades, historias y caractéres que añaden un atractivo singular y único a cada evento. Alejados del primer nivel, eso sí, son torneos que presentan dificultades añadidas en su organización: el margen de beneficio es escaso (y en ocasiones inexistente), y en ocasiones se convierten en un tesoro sentimental por el que merece la pena sacar la chequera.
Pocas voces más autorizadas para hablar de esto que la de Branislav Stankovic (30 de mayo de 1965, Piest'any, antigua Checoslovaquia), un tipo curtido en mil batallas, extop-100 del ranking mundial y ahora director del Challenger de Bratislava. En el TK Slovan de Bratislava (con un escudo prácticamente idéntico al del club de fútbol de la ciudad, que compite este año en la Champions League) se respira tenis por los cuatro costados: en la semana del torneo pasan nombres como Marian Vajda (uno de los organizadores del evento) o Miloslav Mecir, pero es Stankovic la cabeza visible de un engranaje que funciona. La calidez humana y el íntimo club en el que se celebra nos llevan a otros tiempos, tiempos lejanos en los que las construcciones farónicas de Academias eran proyecciones y lo que imperaba era el aspecto social de los clubs de tenis.
Para asistir al Challenger de Bratislava no hay que pagar entrada. Es completamente gratis. La grada se llena cuando un eslovaco compite, y la planta de arriba del edificio principal del club da cobijo a los patrocinadores del torneo, motor fundamental para que a nivel económico sea sostenible. No es nada fácil hospedar un torneo así, pero la experiencia precede a Stankovic: en un país como Eslovaquia, que quiere luchar ante otras potencias europeas y que no goza de torneos ATP, eventos como éstos son vitales para hacer crecer al tenis de este país.
"Hacer esto en Bratislava supone hacer algo diferente con respecto al pasado. Llevo organizando este Challenger a lo largo de los últimos 21 años, pero en el pasado estábamos en el este de Eslovaquia, en Kosice; de ahí nos movimos a la ciudad de Poprad Tatry. Sin embargo, los principales patrocinadores se encuentran aquí, en la capital de Eslovaquia, Bratislava, así que nos pidieron organizar el torneo aquí. Este es mi club, en el que crecí, del que soy además miembro del Consejo, así que es genial poder organizar un torneo en casa. Es un poco diferente si lo comparamos con el pasado, en el que hacíamos el torneo en ciudades más pequeñas: ahora todo es un poco más grande, subimos el prize money y la categoría dentro de la ATP… no es fácil, pero funciona, y estamos muy felices de cumplir 21 años como torneo", señala con orgullo Branislav.
LA FECHA, OTRO ROMPECABEZAS PARA EL CIRCUITO CHALLENGER
Organizar un torneo dentro de una categoría que alberga más de 200 eventos no es una tarea sencilla. Encontrar la fecha ideal, atendiendo a factores como la competencia, la climatología, la época del año o la predisposición de los jugadores a competir, se convierte en ocasiones en un auténtico rompecabezas. En el caso del torneo eslovaco, se disputa la semana posterior a Roland Garros, en una semana en la que ya hay torneos sobre hierba y donde todas las superficies hacen acto de presencia en el calendario. Es ahí, claro, cuando se establece el target claro de este torneo.
"Antiguamente se jugaba una semana después, pero había un hueco libre para organizar un Challenger 100 una semana antes, así que Marian (Vajda) y yo hablamos con el Consejo de la ATP y nos dieron esta fecha. Los jugadores que no se sienten tan cómodos en hierba eligen jugar aquí, especialmente españoles, portugueses, argentinos, prefieren jugar en tierra batida. Siempre les preguntamos si quieren venir, intentamos hacerles sentir nuestra hospitalidad, darles un magnífico ambiente, eso es lo que siempre intento lograr”.
Generar una relación de confianza con los jugadores es otro punto clave para la sostenibilidad del torneo. Que acaben volviendo años después a Bratislava es, según el propio Stankovic, una de las sensaciones más satisfactorias que existen como director de torneo. "Lo mejor es que un jugador venga a jugar, te diga que se siente genial… y vuelva al año siguiente. Esa es una sensación fantástica. Además, muchos antiguos jugadores de mi generación vuelven como entrenadores: a muchos de ellos no los había visto en bastante tiempo, y cuando los ves, dices: “¡Wow!” (sonríe y hace el gesto de abrazar). Luego te tomas un vino con ellos y fantástico (sonríe)".
RUUD, UN TALENTO ESPECIAL
A lo largo de sus 21 años de experiencia, multitud de estrellas han desfilado por el país centroeuropeo. Aunque es difícil destacar una de ellas, Stankovic rebobina y recuerda a un joven rubio, con aspecto desaliñado y carácter caballeroso, llegar a Poprad Tatry y ganarse los corazones del torneo. "Recuerdo que cuando el torneo se jugaba en Poprad Tatry, Casper (Ruud) llegó a la ciudad cinco días antes de que comenzara el torneo. Nadie le conocía, era un tipo bajito, vino con su madre. Era muy amable, nos pidió desde el primer día lugares para poder entrenar, siempre muy cordial. Nos decía que el torneo se jugaba en un club pequeñito, pero muy bueno, que el ambiente en Poprad era fantástico.
Llegó, entrenó… en aquel momento yo veía que estaba poniendo muchísimo trabajo y muchísimo empeño en convertirse en profesional. Cómo decirlo, era un tipo increíblemente simpático, amable. Ahora le veo llegar a finales de Grand Slams y le recuerdo a todo el mundo que Casper vino a Poprad, que perdió en segunda ronda después de ganar a Lukas Klein en primera ronda. Es genial ver cómo los jugadores que pasaron por el circuito Challenger ahora despliegan un tenis de primer nivel".
Y es ese, amigos y amigas, el principal aliciente que ofrecen torneos de este circuito: la capacidad de estar cerca no solo de un tenis de primer nivel, sino de jugadores a los que verás en unos años en tu televisión pelear por los torneos más importantes del mundo. "Yo al público solo les diría esto: las estrellas del futuro están aquí. Es muy barato verlas, es muy fácil ser cercano a ellos: cuando se conviertan en grandes estrellas, será mucho más difícil acceder a ellos, será mucho más difícil conocerles, y costará mucho más dinero. Este torneo, por ejemplo, es de entrada libre y gratuita: imagina que pudieras ver a las estrellas del futuro gratis. Quizás puedas ver a otro Casper Ruud, quizás puedas ver a otro Carlos Alcaraz".
RECUERDOS DEL TENIS DE LOS 80, ÉPOCAS PASADAS
Más allá de su labor como organizador, Branislav Stankovic vivió de primera mano el boom del tenis checoslovaco. Antes de la escisión, el ahora director de torneo llegó a ser top-100, ganó un partido en Wimbledon, conquistó un torneo ATP en dobles y representó a su ya extinto país en Copa Davis. Recordar aquellos tiempos provoca una sonrisa en él de oreja a oreja: "En los tiempos en los que éramos Checoslovaquia, la escuela checoslovaca tenía grandes nombres. La mayoría de jugadores eran checos, pero en los años 80 nosotros teníamos también a nombres como Marian Vajda, Miloslav Mecir, incluso yo, los tres fuimos top-100. Ganamos campeonatos para Checoslovaquia, y ahí fue cuando el tenis eslovaco comenzó a crecer. Más tarde llegó una gran generación con Karol Kucera, Dominik Hrbaty, Karol Beck o Jan Kroslak, fueron tiempos fantásticos con un grupo que llegó a una final de Copa Davis. A día de hoy, no tenemos jugadores en el top-100, pero tenemos muy buenos jugadores. Nuestra generación está de vuelta, estamos intentando trabajar con los juniors, intentamos ayudarles a crecer para que crezca el tenis eslovaco y que se haga aún más fuerte".
Y para finalizar, nada mejor que poner a prueba esas dos generaciones de las que Stankovic ha formado parte. Una de ellas la vivió desde dentro, en el vestuario; la otra la vive desde el otro lado, tratando de hacer mejor la vida de aquellos que ahora forman parte de ese vestuario... y su reflexión final a la hora de comparar dichas eras, créanme, merece la pena y pone en relieve las diferencias que también existen, por qué no, entre ambas sociedades.
"En nuestra época, cuando nosotros jugábamos, creo que había un mejor ambiente entre los jugadores. La mayoría de los jugadores pasaba más tiempo juntos, siempre había una relación de mucha cordialidad entre nosotros. Todos éramos amigos de todos, todos nos llevábamos bien. No había demasiado dinero, pero sí había muchas amistades, el ambiente era mucho mejor. Ahora… quizás todo es más individualista, diferente, pero todo es una cuestión de dinero. Antes no había tanto dinero, ahora… todo es diferente. En mi época, no todo era muy profesional: ahora todo es demasiado profesional. Los jugadores llegan aquí con sus equipos, centrados en ellos…"