Hay lágrimas en los ojos de Juan Martín del Potro mientras encuentra el cálido abrazo de un rival, compañero y amigo llamado Novak Djokovic. La escena no se relata dentro de un vestuario, en lugares que retratan la característica soledad del tenista. Hay una marea de gente a todos lados que jalea a su compatriota, que le lleva en volandas, que transforma el grito de agradecimiento del mundo entero en aplausos. En la inmensidad del Parque Roca, Delpo encuentra refugio. Paz. Es la sensación que llevaba más de dos años buscando, y ya la tiene: respira tranquilo tras saber que su despedida está a la altura de su legado e impacto como jugador.
Es el fin de fiesta perfecto a una velada en la que el resultado era lo menos importante. Una tarde para el recuerdo con un único objetivo: devolver a del Potro una pequeña parte de todo lo que nos dio como jugador. Tras años de incertidumbre, de promesas anheladas e incumplidas (dijo que volvería a un US Open si Argentina salía campeón en el Mundial de Qatar; el público no sabía, claro, que por el camino ya había intentado todo tipo de operaciones sin éxito), de noches sin dormir, sesiones de terapia, inyecciones incontables, dolor punzante y quebraderos de cabeza, Juan Martín del Potro derramó lágrimas de felicidad. Dejó su vincha en la red, tal como hiciese en su último duelo oficial contra Delbonis, pero su rostro era distinto: se acabó la agonía, no era un hasta luego.
El último punto de la carrera de Juan Martín Del Potro 💔
— Tiempo De Tenis (@Tiempodetenis1) December 1, 2024
Gracias por hacernos tan felices 🇦🇷
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Antes de llegar a estas escenas, Buenos Aires fue testigo de un show inolvidable. Si alguno esperaba un partido similar a los que Novak Djokovic y él tuvieron en sus días de gloria, podía ir descartándolo. El serbio, genial, caballeroso y sabedor de que el foco era para su buen amigo, dejó brillar a Delpo en todo momento: bajando la velocidad de la bola, apuntando al centro en sus golpes, aplaudiendo las embestidas de su oponente, imitando a nombres como Rafael Nadal por pedido del propio Juan Martín, dejando momentos de show con el público. Fue el acompañante perfecto en un baile que combinó ritmos rápidos (saques directos y derechas ganadoras del Martillo de Thor, que apareció en escena por última vez), lentos (un dobles de exhibición junto a Gabriela Sabatini y Gisela Dulko durante varios juegos), y otros en los que el aplauso y los silencios dijeron mucho más que cualquier melodía.
Delpo asked Nole to imitate Nadal... and Nole duly obliged 😂 pic.twitter.com/lf7YzbWUCo
— 𝚗𝚒𝚌𝚔. A͟O͟¹⁰ (@NoleLondon) December 1, 2024
CERRANDO UN CÍRCULO
Tras el abrazo en la red final, el emotivo momento de dejar su vincha en la red y la ovación atronadora del Parque Roca, Juan Martín eligió compartir escenario con su buen amigo Nole. Esa última ovación también sirvió como reconocimiento al esfuerzo del serbio, que viajó por medio mundo para estar presente en el final de su gran amigo. Juntos, con lágrimas en los ojos, brindaron por un capítulo más en una historia que nos ha emocionado a lo largo de la última década.
Nole celebrating Delpo's career (in Spanish):
— 𝚗𝚒𝚌𝚔. A͟O͟¹⁰ (@NoleLondon) December 1, 2024
"Mui grande persona, mui grande amigo.
¡Bravo Delpo para todo!" pic.twitter.com/UAFm87WQ0Z
Por último tocó el momento de las despedidas, con dos discursos por parte de ambos protagonistas que sirvieron para poner el broche de oro a una fantástica velada. Una velada que nos emocionó, que nos hizo llorar, que nos mandó de vuelta a épocas pasadas y que, por encima de todo, sirvió para homenajear al tipo que hizo temblar los cimientos del Big Three: un gigante con corazón de león que nos demostró que los mitos son humanos, que la vida no entiende de historias perfectas y que no hay nada más reconfortante que dejar huella a pesar de todos los traspiés. Gracias, Delpo: al fin puedes dormir tranquilo.