Siempre es interesantes escuchar a un juez de silla fuera de la pista, en gran parte, por la dificultad que tiene convencer a la ITF para sentarse a charlar con un periodista. En esta ocasión, los compañeros de Sportklub consiguieron el objetivo y además con una de las más relevantes, la croata Marija Čičak. Poseedora de la insignia de oro desde hace años –el máxima rango que se puede otorgar a un juez–, estamos ante la primer mujer de la historia que arbitró una final masculina en Wimbledon, entre otros muchos hitos. Una leyenda del arbitraje a la que hoy podremos conocer un poco más en profundidad a través de su historia y su experiencia en el circuito.
Convertirse en juez de silla
“No era exactamente mi sueño, para mí fue como un hobby, así lo veía en aquel momento. El día que me tocó arbitrar la final masculina de Wimbledon seguía siendo un hobby, no ha cambiado nada. No es que no me tomara este trabajo en serio, pero tampoco lo he juzgado nunca como un trabajo. Supongo que en mi cabeza tengo una definición diferente de lo que es ‘trabajo’, aunque después de mucho tiempo llegué a la conclusión de que arbitrar es lo mío”.
Inicios en la profesión
“El primer paso es aprobar el examen de juez a nivel nacional. Con esa insignia solo puedes arbitrar en casa, así que el segundo paso es la insignia blanca, para la cual ITF organiza campamentos de cuatro días. El siguiente paso es la insignia de bronce, que representa el primer reconocimiento internacional. Luego vas avanzando según el principio de mérito: número de partidos que arbitras, que partidos te asignan en WTA, ATP, ITF y los Grand Slam. Aunque la ITF y los Grand Slam operen como una sola organización, en realidad funcionan por separado en lo que respecta al arbitraje”.
Cualidades para ser bueno en el oficio
“En primer lugar, debes tolerar bien el estrés. Hay que tener una buena visión, por supuesto, además de aprender a comunicarte correctamente con los jugadores y la gente que te rodea en los torneos. Aunque estés sola en la silla, sigues perteneciendo y representando a un determinado colectivo. Hay que partir del hecho de que todos somos humanos, todos cometemos errores en el trabajo, un comentarista puede pronunciar mal un nombre o un periodista ofrecer un dato equivocado. En mi caso, voy a cada partido con la intención de dar el 100%, de ser precisa, pero a veces fallas y tienes que pedir perdón”.
Trato con los jugadores
“Permito que a veces maldigan o griten, sobre todo si ocurre por primera vez y no van dirigidos hacia ninguna persona. Mientras todo sea a nivel conversacional, está bien. En ocasiones ls jugadores sabe que van a recibir una advertencia verbal, así que rompen la raquea para desahogarse y expulsar sus frustraciones, algunos incluso empiezan a jugar mejores después de todo. No tengo ninguna queja con esto, hasta cierto punto puedo entenderlos. Cuando entro en una pista mi mentalidad es la de arbitrar al jugador A y al jugador B, no me importa de dónde vengan o cómo se llamen, solo me centro en pronunciar bien sus apellidos y dar el máximo desde la silla”.
Irrupción de la tecnología
“Soy partidaria de incorporar el factor humano, aunque todos sabemos que cada vez dependeremos más de la tecnología en el tenis. No es una cuestión de si me gusta o no, porque al final yo no decido en la dirección que vamos, eso no está bajo mi dominio”.
¿Qué hará en el futuro?
“El camino lógico es convertirse en supervisor de torneos […] Muchas veces me han preguntado si me gustaría dar este paso, a lo que siempre respondía con un rotundo ‘no’. Sin embargo, ahora no estoy tan segura, ya que en última instancia lo que me interesa es desempeñarme bien en cualquier rol, desde luego sería un desafío. No es necesario ser un buen juez además de un buen supervisor, pero tal vez acabe realizando esta función más pronto que tarde”.